Un estudio de laboratorio en el año 1967 midió la cantidad de mensajes verbales, paraverbales y no verbales.
La situación del experimento analizaba la reacción de los sujetos ante una palabra. Es decir, una persona solo tenía que decir una palabra (por ejemplo, “terrible”), y otra persona tenía que decir qué significado tenía ésta en base a aquello a lo que prestaban atención: la expresión facial (no verbal), el tono de voz (paraverbal), o la semántica (verbal).
Las reacciones eran clasificadas según si la actitud era positiva o negativa, en base al tipo de mensaje que se escogía para interpretar la actitud.
El resultado fue que los participantes usaron un 55% de información de las expresiones faciales, un 38% del tono de voz, y solo un 7% se basaron en el tipo de palabra en sí para saber qué actitud o sentimiento transmitía la otra persona.