Las reacciones de la ira son muchas y de distinta naturaleza, desde reacciones en la voz, la expresión facial, la postura corporal, la dirección de la mirada, procesos cognitivos y/o comportamientos estratégicos como la evitación o el rodeo.
La ira puede activar circuitos cerebrales relacionados con la lucha o la huida. Estas reacciones se producen gracias a la secreción de hormonas como la adrenalina o la noradrenalina en el tronco encefálico (cerebro límbico).
Las reacciones neuronales de la ira permiten redistribuir la energía en el cuerpo para defenderse (Averill, 1982) y focalizar la atención en las barreras externas.
La estructura cerebral de esta emoción depende del detonante y la persona; está muy ligada a la hostilidad-agresividad, a otras emociones como el miedo (amígdala), y a otras funciones como la modulación emocional (zona orbitofrontal).